Vivo 240 años

Adquirir libros, más que una expresión cultural, se ha convertido en un deporte de resistencia. ¿Qué hay que resistir? El hambre y las puteadas de quien se entera que cambio pan por hojas.

No me preocupa porque aún puedo hacerlo. Ya habrá tiempo de ser responsable. Si por ahora puedo seguir escondiendo, o cuando menos disimulando, el rugido intestinal, lo haré sin pensármelo mucho. Porque lo bueno de los libros que no da a menudo la comida es la posibilidad de vivir más en vida. A esto se le suma si uno escribe, y se llega a vivir el triple que los demás. Ochenta años propios, ochenta leídos y ochenta escritos.

Dime tú si no compensa seguir cambiando el hambre por tantas vidas y tantas letras.

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