Entradas

Mostrando entradas de 2020

Amor de padre

 "Pero, mamá... Ya te dije que no me gusta nadita" "No importa, Bernabé. Tienes que tomártelo". "Mamá... Te prometo que si me perdonas hoy, mañana me tomo dos vasos". "Bernabé, ya cállate. Buenos días, señorita. Le encargo por favor un jugo surtido. Sí, con betabel. Sí, también con apio. Es para este chiquitín, que no quiere crecer." "Mamá, ya te dije que no me importa ser alto". "Berna... No vas a ser alto, vas a ser gigante, como tu papá". "Como papá... Ya ni sé qué tan alto es ese tipo". "¡Bernabé! ¿Qué te dije sobre llamar así a tu padre?" "Mamá, ¡lleva seis meses en ese estúpido faro! Ni sabe que ya tengo novia..." "No tienes novia, escuincle. Es tu amiga, estás muy pequeño para tener novia". "¿Tú qué sabes, mamá?" "¿Que yo qué sé? Sé más que tú". "No creo, mamá. Papá ama más al mar y yo apenas te aguanto". Flor se aguantó el nudo en la garganta y dio u

Tras la muerte aún hay favores

  Las uñas y el pelo son de queratina. Por eso no se descomponen tan rápido como la piel y la carne. A los pocos meses, un cuerpo sin vida se habrá reducido a queratina, y a calcio. El calcio también aguanta más, y eso significa que los huesos y los dientes se mantienen. Si no fuera así, no podría contar lo que ocurrió anoche. El tiempo transcurría como siempre en la oscuridad de la caja. Humedad, silencio, paz y descanso. Solo los huesos y yo estábamos despiertos, hablando de las roturas que tuvimos en vida. Justo cuando la conversación comenzaba a hacerse aburrida nos interrumpió un ruido, y un instante después el primer rayo de luz en años. No entendíamos bien qué ocurría, así que puse atención. Un joven con playera sucia y una pala nos veía con los labios apretados. Me dio la impresión de que dudó un segundo, pero finalmente se abalanzó sobre el cuerpo y arrancó el viejo traje de Tobías. No pude evitar sentirme molesta. Entendía que ese traje no le servía ya para nada, pero es

Afectos secundarios de la cuarentena

  "La verdad no pensaba terminar con ella. Nos sabíamos atrapados con el otro, pero había una promesa no hablada de no jalar el gatillo. Las circunstancias no estaban para una ruptura limpia". De estas palabras tomó nota el abogado de Carmina. Yo ya le había advertido a Carlos que no podía declarar con metáforas. La jueza lo previno y aclaró la expresión: "Estábamos de acuerdo en no terminar la relación durante la cuarentena. ¿Continúo?" "Por favor, y por el principio". "Recuerdo que fue el veintitrés de marzo cuando anunciaron lo de quedarse en casa. Yo me enteré por Twitter y ella lo vio en la tele. Cenamos más quietos de lo normal, tratábamos de tomarlo con calma. Hasta abrimos una botella para celebrar las vacaciones imprevistas. ¿Puede creerlo?" Carlos fijó la mirada en la jueza. "¿Perdón...?", respondió ella. Yo intervine de inmediato. "Por favor, disculpe a mi cliente, señoría. Permítale continuar su relato, ya no hará pre

Liminar

 Las letras aparecen, una a una, ocupando espacio, y se ordenan en una sintaxis que no quiere llevar a nada, que no quiere decir nada, que lees.

Mi padre y los libros

 Desde que era niñx lo notaba, pero nunca me había planteado la pregunta de forma tan contundente como lo hice ayer. ¿Por qué si mi padre se la pasaba leyendo estaba cada vez más pendejo? La orden usual era "Anda a ver qué está haciendo tu papá". Ahora comprendo que es un pedo cocer el arroz con alguien agarradx de tu pierna, y si mamá nunca me dio un buen zape es porque ella es una santa. Pero en su momento, aquello se sentía como una misión hecha al talle, un deber, una indicación que venida de los más altísimos rangos tenía que ser realizada por mi persona, sin ningún pero y con la máxima calidad. Yo corría hasta la sala, donde sabía que él estaba. Siempre que no tuviera trabajo o algo de qué hablar con mamá, estaba en el sillón verde, con las piernotas estiradas y un libro entre ceja y ceja. "¿Qué haces, papá?" "Leyendo". Nunca levantaba la mirada. "¿Me lees?" "Ehm... Ahorita no... Pero... De todas formas es un libro difícil, te vas a ab

El "Invencible" Páez

 Mi abuelo, el entrañable "Invencible" Páez, fue una persona como cualquier otra del universo de gentes que consagra su vida al crimen organizado. Nunca lo supe de primera mano, lo cual es natural cuando naces tras la muerte de alguien, pero mi abuela me contaba que todos los días le rezaba a la Santa Muerte, tomaba su fusca y se lanzaba a buscar la papa. De morrilla me parecía de lo más natural, pero una vez en la clase de civismo la maestra hizo un examen y días después había trabajadores sociales del DIF en la casa. Mi mamá le puso una cagotiza a mi abuela. Según parece, no tenía idea de las historias que me contaba.  Algo que nunca entendí de mi abuelo fue la necedad de cargar cuete. "Pura precaución, Andi", decía mi abuela. Ni madres, para mí que andaba en algo más chueco. Siempre he dudado que se bastara con chingar teléfonos públicos. Pero ni ella lo va a reconocer, ni mi madre me va a dejar investigar, así que mejor hago mutis de ese tema. Eso sí, me re-gust

Cuatro con dos por la mañana

 Ya poco o nada sé de la escritura. Me alejé hace tiempo y hay veces en que pienso que igual no vuelvo. Y es que cuando antes me helaba la sangre pensarlo, hoy no me llega a los pulmones. Parecen lejanos los días de hace pocos años en que veía un destino, algo a lo que siempre iría. Hasta que me consumiera.  A veces me miento. Estoy esperando a que salga rugiendo de mí, aunque sea yo quien grita cuando se acerca. Me inserto sin derecho en los anhelos de una habitación propia y figuro un escritorio limpio en mi mente. Le temo a lo que pueda hacer antes de los veinticuatro, tratando de convencerme de que espero justo eso. Me veo de mesero o en una tienda de telas, dejando de lado un sueño tosco de defender a otros para defenderme a mí mismo, escribiendo en serio y en serie, alternando las idas y vueltas de la incertidumbre. Otras veces me conforto. Despacio, despacio que llevo... Ya volverá cuando vuelva, sigue siendo inevitable, sigue siendo irresistible. Pesa más que la vida y la rutin

Takan, takan

 Takan, takan. Takan, takan. Takan, takan. Takan, takan. Takan, takan. Nunca nadie logrará convencerme de que la sociedad funciona mientras Takan, takan. la pinche coladera a media calle siga sin ser atendida po Takan, takan. r quien chingados sea. Takan, takan.

Vivimos en una sociedad (que se está quedando ciega)

 — Padre, ya no sé qué más hacer. Esta vez es más difícil que antes, se han vuelto escépticos y no consigo nada. ¿No puedes quitarme algunas restricciones? — No, te envié porque sé que puedes hacerlo. Hazlo, equilibra la balanza. — Eso he querido, Padre, créeme. Pero ya lo intenté todo. — ¿Estás seguro? — Mira, traté de convencerlos con trabajo. Era un trabajo sencillo, solo necesitaban dos sencillas aplicaciones, pero no... Pensaron que era una estafa y me ignoraron. Intenté decirles su futuro en redes sociales, hasta edité algunas capturas de pantalla para que me creyeran, pero tampoco accedieron a eso. No me llega ni un mensaje en ninguna de las páginas que hice. — Entiendo, pero mira... — ¿Sabes qué fue lo último que intenté? Y no quiero escuchar que falté a las reglas, porque solo me dijiste que no puedo regalar el dinero de frente. Lo que hice fue crear algunas páginas en Facebook para dar dinero, cantidades variadas, a través de depósitos anónimos. Dólares, pesos, de a cien, de

Ernesto Beling

 Conocí a Ernst por pura casualidad. Paseaba por las páginas de un libro cuando su nombre saltó. Lo saludé sin recibir respuesta, su aporte más significativo lo hizo en 1906. Seguí leyendo y averiguando sobre algún tema pendiente, pero no sé si fue por inquietud o por desidia que volví a su nombre. Dos, tres, diez veces. Algo me hacía volver a su nombre escrito en una tipografía serifada. "Ernst", repetía en mi mente. El Beling que le sucedía no tenía importancia, un apellido extranjero difícilmente llama la atención en un libro escrito por extranjeros. Ernst me perturbó por la falta de letras. ¿Qué clase de sujeto no completa su nombre? Y no se diga que sus padres tuvieron la culpa, bien que él mismo pudo haberlo cambiado a lo largo de su vida. Él, Ernst, se conformó con un nombre escindido de la e y de la o, con un nombre mutilado. Aunque no era el caso, me pregunté si podría confiar en alguien que prefirió pasar a la posteridad cometiendo semejante acto. Historia corta ala

Era de los que pone música

Era de los que ponen música. Lo conocí en un bar de la Madero un día en que llovía y yo trataba a toda costa de que no se me mojaran mis papeles. Lo noté en cuanto entré, tenía una cerveza en la mano pero volteaba ansioso hacia la entrada, extraviando su mirada por momentos sin apenas prestar atención a todo lo demás. Dentro hacía un calor húmedo que dificultaba el movimiento y me tuve que convencer para quedarme. “No es tan tarde y no estamos para agarrar un taxi”, así que me senté cerca de su mesa. Pedí agua mineral y me trajeron botana. El mismo mesero que me atendió pasó por su mesa llevándose dos botellas vacías y un plato morusiento. Él se levantó y se estiró, la mano a la bolsa para sacar el dinero de la cuenta que ya traían junto con mi agua. A su salida, sabiéndose favorecido por la luz azul se acercó hasta donde yo estaba. Solo dijo "Hola", y se sentó. No lo noté ahí mismo porque me urgía llegar a casa sin percances, pero creo que pude haberlo sospechado. La forma

El gato Morris

Me extrañó ver al gato Morris en la banqueta, luciendo su pelazo negro y los ojos bicolores tan lejos del departamento del señor Ponce. Pero sobre todo, me extrañó verlo lamiéndose las patas. El gato Morris no se lame las patas si no tiene una razón suficiente, es bien sabido. La última vez que le vieron hacerlo se acababa de adjudicar media docena de ratones. Uno por uno, en un ejercicio metódico digno de un cirujano, les dio una muerte certera para luego abrirles la barriga y dejarlos regados por el suelo de la sala de un molesto señor Ponce. Lejos de sentirse intimidado por los gritos, el gato Morris se regodeaba en silencio sobre el tiesto de la ventana que daba a la calle, lamiéndose la sangre de las patas y viendo apenas de reojo a su molesto dueño. En otra ocasión corrió el rumor de que lo vieron haciéndolo tras haber desaparecido el canario de la señora Reséndiz. Por un momento sentí miedo. Miedo de que hubiera dado cuenta del señor Ponce, quien estaría sobre la alfombra de

Los Encuerados

 La punta del cañón se asomó por la esquina y eso sellaba nuestro destino. Los policías retrocedieron sin bajar la guardia. Nosotros... Algunos corrieron, los más valientes. Los que aún tenían sangre en las piernas y voluntad de seguir intentándolo doblaron rápidamente la esquina y volvieron al cuartel en la avenida treinta y cuatro. Los otros, nosotros, los más cobardes, nos quedamos de pie. El Jefe siempre dijo que si moríamos tendríamos que aguantar parados lo más posible, para no manchar la causa. Nadie moriría de rodillas, pero tampoco corrimos. El tanque se dejó ver en todo su esplendor y cayeron nuestras armas. La derrota se reflejó en nuestros rostros, en cualquier momento se escucharía una detonación y lo último que sabríamos sería lo fácil que es acabar con otras vidas sin apenas darte cuenta.  Recé, no por religioso sino por si acaso. No sé si pedí un milagro o si solamente pensé que sería bueno que llegara uno, pero apenas terminó de girar el cañón para apuntarnos escuché l

Untitled

 Era de noche y hacía frío. Llevabas un suéter rosa y unas mallas vainilla. Las estrellas brillaban y tus ojos las reflejaban mientras te miraba. Cada parpadeo era para mí una vida, no podía más con las ganas de darte un beso. Me contuve llevándome la mano al cabello, jalando compulsivamente y fijando la atención en tus labios. Dijiste algo, no supe qué. Volví a dejarme ir, esta vez en el color rosado y los contornos delicados, en tus dientes y en tu lengua. No podía más, tenía que acercarme. Cada instante que te veía sin estar cerca era la muerte en vida, mi respiración se agitaba y el corazón me imploraba movimiento. Sentí náuseas y supe que no era bueno seguir resistiendo. Solté los binoculares y me puse el abrigo, bajé las escaleras azotando la puerta tras de mí. Y corrí a tu encuentro.  It was night and cold. You were wearing a pink sweater and vanilla yoga pants. Stars were sparkling and your eyes reflected them as I looked at you. Every blink was like a life for me, I couldn'

El concurso

 — En verdad me gustaría que la respuesta fuera sí. — Entonces... ¿Es no? — No, tampoco. Es que no sé. La conductora lo mira con intriga. Es la última pregunta y no les queda mucho tiempo para que termine la hora. Fuerza una sonrisa y se dirige al participante. — Marco, necesitamos su respuesta. — Marta... Yo entiendo que el tiempo apremia. Pero de verdad tengo que decir algo—. Ella se acomoda el chícharo en un discreto ademán y escucha las voces secretas de la producción del programa dándole al participante treinta segundos para responder. Ella replica el mensaje y Marco suspira. — Verás... Llevo un año sin ver a mi familia, Marta—. Una lágrima rueda por la barba tupida. Aprieta los ojos y los labios, busca el aire necesario para continuar. — Me echaron de la casa por mi afición a la copa. ¡Los extraño, Marta!- Rompe en llanto y la conductora, sin nada qué decir, se levanta de su asiento y lo abraza, viendo hacia la cámara con una expresión de falsa lástima. — Marco, eso es algo muy t

Looping

 Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Terminamos y volvimos. Al final no hubo error porque lo repetimos suficientes veces.

SON LAS 5 AM, NO CARGA LA PÁGINA QUE ME DIRÁ MI TAREA Y ESTOY MEDIO AL PEDO (Y ME GUSTA DËNVER (ALGUNAS ROLAS))

Por alguna razón hay una cantidad de gente que en los comentarios de este video dice que se presenta una violación. Una violación. ¿Una violación? Me parece que esto es consecuencia de lo acostumbrados que estamos a que el contenido audiovisual lo diga absolutamente todo desde el video y deje al sonido como un complemento cuasisecundario. Yo no veo una violación. Si atendemos solamente al video, tenemos algo más o menos críptico. Si atendemos solamente a la canción queda claro, pero limitadamente. La armonía video-canción dibuja una imagen excelente sobre el precio de la excelencia que nunca he visto en una obra de tres minutos (múltiples películas y libros hay, pero no videos de canciones). Empezando, el video abre con un punto esencial: no existen justificaciones. Llegas tarde, está mal, no importa porqué haya sido. La excelencia no conoce razones, tienes que estar ahí cuando debas estar. Partiendo de esto, lo demás cobra sentido fácilmente. Justo después el exquisito bajo abre la pu

Experiencia no laboral

"Aquí dice que su último trabajo fue... ¿Sexador de pollos?" "Sí". "Y cómo cree que eso es relevante para el... ¿Para qué puesto está aplicando?" "Director de ventas internacionales". "¡Ja! Ahora sí lo vi todo". Barajó un fajo de hojas con sus manos bofas, haciendo como que buscaba algo para perder el tiempo. Yo tuve que esperar paciente, mantener la compostura, no mostrar el más mínimo dejo de haberme sentido ofendido por un idiota. "Señor", interrumpí cuando vi que no llegaría a nada, "me veo calificado para el puesto no en razón de mis empleos anteriores, sino por mis experiencias". Soltó las hojas y me miró como si hubiera cometido una insolencia, bajándose los lentes. "¿Perdón?" "El trabajo de sexador de pollos solo fue una excusa para alejarme de todo por unos años. En ese tiempo pude dedicarme a lo que quise en mis tiempos libres. Aprendí mucho, al menos en lo fundamental. Conocí la madera, el a

Misa 2030 (con Ads)

 — Óremos, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios nuestro señor.  — El señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. — El señor esté con ustedes. — Y con su espíritu. — Sí, señoras y señores, que el señor esté con ustedes como con todos nosotros está nuestro patrocinador del día de hoy. Porque solo con Cristo y en Cristo podemos aliviar nuestros dolores del alma, pero para este cuerpo terreno nos ha dado el Señor la capacidad de inventar remedios y la oración para ser resilientes. Por eso, hijos mío, si acaso sintieran fiebre, mareos, dolor de cabeza, goteo nasal o tos, no se queden en la inacción y oren, oren mucho y tomen XL-3, porque Dios nos ayuda con la resignación y la buena cara ante las adversidades, y XL-3 oculta los síntomas de la gripe por hasta ocho horas. No recomendado para embarazadas ni menores de edad. Consulte a su médico si nota que los síntomas persisten

Waithood 2

 — A partir de la media noche ya no distingo entre grillos y arañas, así que me dan miedo por igual. A veces me pregunto qué haría si no hubiera día. Tal vez temería siempre a todo, o tal vez no sabría qué son las cosas y nada daría miedo. ¿Pero entonces a qué hora no dormiría para poder pensar estas cosas?—, dijo y se quedó dormido.

Juguemos

Juguemos a saber lo que es ser grandes pretendamos entender lo que es el sexo finjamos que pagamos nuestras cuentas que temprano preparamos el almuerzo. Hagamos de la edad un disimulo mandemos al infierno lo inmaduro pensemos que no importa haber nacido el tiempo recorrido lo inventamos jamás nos preguntemos las edades ahoguémonos en nuestras vanidades y dejemos que el tiempo haga lo nuestro. Larguémonos de un trago hacia el futuro gocemos lo que todavía no pasa ocurramos en un tiempo inexistente que el reloj sea lo que antes era una vida vivida a la manera jugemos a saber lo que es ser grandes que de niños no sabemos ya ser nada pero a grandes todavía nos falta.

Ella

Hizo el último ajuste a su bouquet y se notó hermosa. Los días de ocultarse se perdieron en la llamada de la madrina, su mejor amiga, quien más la había apoyado en los últimos años, los más frenéticos de su vida. Temor, sorpresa, aventura, decepciones y triunfos. Pero ahí no terminaba y ella lo sabía. Desde que comenzó el cambio entendió que la vida no es solo amargura y que estar con feliz con alguien más no es imposible. Atrás quedaron las lágrimas y los gritos, el hervor en la sangre causado por las hormonas correctas rayaba de pasión su vida y de esperanza su futuro. Una segunda llamada dibujó la sonrisa que ella esperaba definitiva y le hizo apresurarse a la puerta. Girando la perilla sintió unos nervios que nunca antes había conocido. Quiso voltear al espejo una última vez pero se contuvo. Apuró unos cuantos pasos sobre unos tacones rojos como los que llevaba tanto tiempo viendo en los aparadores de camino al trabajo, tropezaba cada tanto pero no le importaba.  Llegó por fin a la

Sans nome n

 Me gusta escuchar música y pensar que soy yo el que la compuso. Imaginarme escribiendo algunas notas sueltas porque sé lo que estoy haciendo y entiendo lo que necesito. Sentado en la computadora ensamblando los sonidos grabados con un teclado MIDI, consciente del mejor orden y la mezcla perfecta de los sonidos. Luego le enseño a mis amigos, que ni sabían que yo hago eso, y se sorprenden. Me felicitan y me hacen sentir bien, me hacen sentir artista. Lo mismo con otras cosas. Con todo, realmente. 

Al abuelo no le gusta el clima

Van ya dos días que no sabes nada del abuelo, pero no temes por su seguridad. Sabes que el viejo está fuerte y que se sabe cuidar solo. Va y vende cosas, hace negocios. Se pasea y hace lo que le da la gana. Aun si tu madre se desborda en llanto o tu padre hace llamadas como si fuera un call-center , que no haya llegado a dormir no significa que esté mal. Recuerdas cuando te llevaba al zoológico y caminaba a tu lado, quejándose de la gente y del sol. Cuando comían en restaurantes que encontraban por accidente. Su ceño fruncido al no querer salir de la piscina helada, “¡te vas a enfermar, necio!” Llueve. Años atrás, cuando yo era nieto, hubiera saltado los charcos sin preocuparme por los pies mojados o la bastilla lodosa. No es que ahora me moleste, pero tampoco me dan ganas de hacerlo. Me faltan energías y voluntad. El pequeño lo haría aunque yo lo regañara, tal vez por eso ya no quiero. Dejaron de regañarme cuando me fui a vivir solo. Dejaron de quererme de esa forma y todo se volvió

Cómo matar a un ruiseñor

Paso 1. Asegúrese de que, efectivamente y sin género de duda, usted quiere matar a un ruiseñor. Paso 2. Procúrese un arma apropiada y munición acorde. Paso 3. Camine hasta un bosque cercano donde pueda detonar. Paso 4. Localice a un ruiseñor. Paso 5. Apunte después de una inhalación profunda y pausada. Paso 6. Considere si realmente quiere matar a un ruiseñor. Paso 7. Pregúntese: ¿no cree que es monstruoso matar por matar? Paso 8. Considere cambiar papeles. ¿Por qué no se convierte usted en ruiseñor? Paso 9. ¡Eh! ¡Eh! Paso 10. ¡MONSTRUO! ¡MONSTRUO! Paso 11. Si es el caso que es un tema personal, dispare.

Apostasía

 Pensé en apostatar por segunda vez en la vida y recordé el proceso. Lo revisé hace poco más de un año por curiosidad mientras leía sobre derecho canónico. Carta al obispo, charla, insistencia, ¿listo?. No solo eso. Dudas. Familia. Sociedad. ¿Es necesario? Miedo. Me dio miedo. Me da. Miedo. A veces me pregunto qué tan verdaderamente liberal soy. Me siento bastante progresista y libre de ataduras, híper deconstruido y listo para seguir. Transhumano. "No quiero ser un número en un culto que ya no solo no comparto sino que combato". ¿De veras? Porque en esta hora que lo pienso en serio me topo con un miedo curioso que no sabía que ahí estaba. El miedo a cierta nada. A quedar fuera de una hipotética y (creo) poco probable misericordia divina. A morir y haberme equivocado. Finalmente no milito, pero sí estoy bautizado. Si apostato, ¿Dios me perdonaría? Si no, tal vez sí. ¿Pero si sí?  Es más cómodo quedarse en el lado seguro que moverse a la incertidumbre. Efectivamente, el cambio

Waithood

 Ya no tengo suerte con los camiones. Antes llegaban a los pocos minutos de esperar en la parada. Rápido. Pero desde que murió mi padre pareciera que perdí algo más que eso. Se llevó mi buena fortuna (o tal vez se fue con ella, si es que no es culpa suya sino de la vida). Espero como se espera, disfrutando de la soledad colectiva. Me pregunto si será la mala de alguien que me sigue, o de alguien con quien coincido desde ese día. Pero echo un vistazo y cotejo con mis memorias y no, soy yo. No cabe duda. Inspecciono el horizonte y solo veo autos que vienen. Siento que se burlan de mi espera, o de mi sufrimiento. No entiendo porqué nadie luce desesperdo, parece que se resignan a morir ahí. Trato de leer pero no puedo, solo paseo la mirada por la hoja sin entender nada. Es entonces cuando al fin escucho el motor y ha llegado. Reviso el reloj, no han pasado tres minutos. Preparo el Pagobús y subo. Saludo al conductor y tomo asiento. Cierro los ojos y respiro profundo. Recuerdo que mi papá n

Seguimos jugando a ser grandes

 Solo que ajustamos nuestra mangas pagamos por la bastilla o la hacemos comemos sin salpicarnos sin usar la ropa como servilleta hablamos desahogando un llanto o desconteniendo una risa nos sentimos inmortales aunque pagamos seguros tememos las reprimendas  de arriba si descubren por error nuestro nuestras travesuras pretendemos  y pedimos abrazos (casi nunca con voz propia) tememos a la falta de claridad a estar solos en la calle o donde sea al coco hacemos lo necesario para seguir vivos. Comemos la sopa. Seguimos jugando sin medir más de tres metros.

Consulta

 "¿Cómo le doy sentido a la vida, doctora?", se quitó los lentes y los puso sobre la mesa, llevándose la mano a la frente.  La psicóloga lo veía con lástima y en silencio, tomando nota en su libreta. Finalmente, respondió. "Mira, Plinio... Normalmente te diría que tienes que buscar tu propio sentido. Te diría que busques un pasatiempo y te entretengas. Que te unas a una organización, que cambies de trabajo, un viaje, unas vacaciones, un perro, novia... Pero me temo que en tu caso es mejor que te rindas y lo asumas".  "¿Cómo, doctora? ¿En serio termina aquí? ¡No quiero que termine así! ¿Aquí termina...?"

El fin de México

 No le creí a mi mamá cuando dijo que México se había acabado. Pinche vieja argüendera, se la vivía diciendo que el mundo estaba llegando a su fin y cosas de ese estilo. Pero empecé a sospechar que tal vez no mentía cuando tuve que subir a mi carro para encontrar un puesto de tacos. Los de mi cuadra no estaban. "Habrán descansado", pensé. Pero no era día de asueto. Conducí hasta el centro con la atención clavada en cada esquina, en cada luz. Nada. Ni un mísero puesto de tacos ofreciendo pastor al eterno dos por uno o cocas de vidrio. Tampoco vi partidos de futbol en las pantallas. Nada de policías pidiendo mordida.  Me orillé. Bajé del auto y llamé a mamá. Le dije que tenía razón rápidamente y colgué, no quería hablar más que lo imprescindible. Grité. "¡Puta madre! ¡Pinche país de mierda! Ni para eso sirves, chingada madre. ¡No puedes ni ser tú!" Recuperé el aire y me di cuenta con mi grito de que México seguía siendo México al quejarse de sí mismo.  Como por arte d

Abuso de confianza

“¡Domínguez! Venga para acá”. Se acercó aflojándose el nudo de la corbata. “¿Por quién me tomas?” “¿Perdón?” “¡Que por quién me tomas, pendejo!” “Eres el jefe”, con voz temblorosa. “¿¡Quién soy!?” Afirmó el tono. “El jefe”. “¿Y al jefe…?” “Al jefe se le respeta”. “Ah… Parece que sí entiendes, ¿verdad?” Hizo un ligero movimiento de cabeza. Los ojos fijos en la figura amenazante y la mente en la pistola sobre la mesa. “¡Entonces por qué tu hermano me está diciendo que me quieres chingar, cabrón!” La mirada gacha. “Escúchame bien, hijo de la gran chingada… Me chingas un centavo, ¡un puto centavo!, y te juro que de ti no queda ni tu recuerdo. ¿Está entendido?” Sintiéndose invadido por los recuerdos y la impotencia, lloró. “Sí”. “Así me gusta… Así me gusta. ¿Quién es el jefe?” “Tú, papá”, limpiándose la nariz con la parte trasera de la corbata.

Amo

 Amo bailar sin saber pero me da miedo ser visto. Amo el día nublado y frío pero me da miedo la noche. Amo las coincidencias pero me da miedo ser una. Amo verme a mí en el otro pero me da miedo no verlo. Amo escribir pero me da miedo leerme. Me da miedo perderme en amor apasionado que conduzca finalmente a que dé miedo el amor. Amo cosas tan distintas que me da miedo nunca reconocerlas. Amo el miedo como todo... Con reservas.

(Inserte un título que haga parecer que sabe lo que hace)

 Ayer alguien mato al muerto algo dañó al enfermo sin dormir hubo desvelo el orgasmo siguió al sexo. La sed atacó sin agua cenizas que dejó el fuego Satanás vive el infierno Jesucristo está obsoleto. Pizza con piña que estafa café tibio pa'la tarja perros bebé en una caja si se puede es que no hay veto.

De lo que hay en la oruga

Chongo cachucha agua fresca bolsa de Coppel chamarra audífonos rastas borlas anillo acordeón sandalia smartphone popote envoltura chocolate tenis basura cinto agujetas mochila cabello tatuaje pulsera.

Jogging

 Lo que queda de Plinio se eleva al cielo sin mayores ceremonias. Ahí va a ser libre para correr sin ningún lastre. Se miran fijamente. Habían esperado por esto toda la vida y aun así no se sentían listos.  Se toman de las manos mientras los últimos fragmentos de hueso se alejan del alma desnuda. El esqueleto, aún en pie, está frente a ella, que no se anima a tocarlo, no por morbo sino por el duelo. La masa de músculos intenta seguir corriendo pero ella lo detiene con una súplica total. Cae la carne y Laura da un paso atrás. Jirones de piel salen volando al tiempo que Laura lo alcanza. Su ropa, ligera hacía un momento, cae pesada sobre la tierra. Ya no puede más. Sentir el peso de su existencia lo está matando, como nunca antes lo había hecho. Corre más rápido intentando huir de los pensamientos. Pero los pensamientos persisten. Sacude la cabeza para centrarse en la música. Comienzan las angustias. Se cuestiona porqué se dejó convencer. Laura sabe bien que existe un riesgo, que si él y

Doritos

 Pocas cosas en la vida delatan de mejor forma el amor de una pareja que el prístino acto de compartir una bolsa de totopos enchilados.  Haciendo gala de la técnica más óptima (pulgar e índice a modo de pinza, el resto de los dedos perfectamente extendidos para alejarlos del polvito que todo lo mancha), el amante hace los turnos alternando el convite entre las bocas.  Ambos los dos pueden y deben disfrutar de la bondad de lo que comen (acotación necesaria es establecer desde ahora que si solo uno come, hay una separación a la vuelta). Merece también atención la mirada, que sin ser un fatídico signo, dice mucho sobre el tipo de relación. El brillo indica el tiempo que llevan juntos. El contacto visual, la cercanía y la confianza que se tienen. Bocado a bocado, los totopos se terminan. Llegados a las morusas, es cuestión de cortesía ofrecerlas al otro, pero es etiqueta estricta agradecer sin tomarlas, correspondiéndoles inherentemente a quien repartió. La bolsa ha de tirarse en seguida e

Diáloco

 Alicia, estoy hasta la chingada de ti. Necesito irme y empezar una nueva vida. Lejos, donde tu recuerdo no estropee mis ligues. ¿Tus ligues? ¡Viejo raboverde! Lárgate a donde quieras. Yo no te estoy deteniendo. Pero Alicia, ¿qué dices? ¿Cómo que no me estás deteniendo? ¿Yo? ¿Deteniéndote? ¡Si he querido que me dejes en paz desde hace sesenta años! ¡Sesenta! No puedo, Alicia, no puedo irme. Disculpa. Te amo demasiado. Ya lo sé, ven acá, ven... Sé que me amas, no te puedo dejar ir. Gracias, mi cielo, gracias. ¿Crees que ya venga Lucy con la comida? Estoy hambriento. No sé, amor. ¿Vamos a caminar? Sí, mi cielo. Sí.

Diario

 "Caen tres en Coahuila tras un intento de asalto". "Bitcoin fluctúa. Financiero alemán alerta sobre los riesgos de invertir en criptomoneda". "Madrid vence 4-0 a Valencia". "Sí sabes que leer solo los encabezados no es leer las noticias, ¿verdad?", dijo. Levanté la vista por encima del periódico. Hice una mueca sarcástica y seguí leyendo.

Homero

 Llega Homero y se pide una cerveza. Ya no quedan, le dice el bartender. Homero va a casa y escribe La Ilíada. Vuelve y se pide una cerveza. Todavía no me llegan, le dice el bartender. Va a casa y escribe La Odisea. Vuelve y se pide una cerveza. Tenga, le dice el bartender. Va a casa y escribe algo que nadie nunca entendió.

Dos y dos

Dos cuerpos en el piso llorando amargamente. Sollozos que se escuchan hasta la habitación superior. Dos que bajan para averiguar qué ocurre y que se topan con la escena. “¿Qué pasa?”, pregunta uno. “¿Por qué lloran?”, completa el otro. “¿Papá?” “¿Mamá?” Pero no tiene caso porque el llanto continúa y no pueden detenerlo. Se miran uno al otro mientras los cuerpos yacen frente a ellos, casi inertes, con apenas el movimiento de los espasmos. Un libro. Se acerca uno y lee la portada. “Porqué no eres feliz de Steven Von-Allister. ¿Qué no es el libro que estaba leyendo mamá?” El otro alza los hombros sin poder alejar la mirada de los cuerpos. “Escucha esto… «Capítulo siete, la adultez. Si hasta ahora nada le ha funcionado, probablemente usted es infeliz simplemente por ser adulto. No hay solución en este es el caso, pero un estudio reciente sugiere que llorar como un niño por el tiempo suficiente puede regresarlo a un estado anterior donde su condición actual no le afecte ta

¿Cómo?

 ¿Cómo describo el olor de tu pelo? Tu actitud serena de mirada en velo. La feliz sonrisa que en ti se dibuja entre la penumbra cada vez ves que llego. El canto tan claro de tu voz graciada, al toque me alcanza grita que me ama. ¿Habrá una palabra? ¿Será una oración? Tal vez... Mierda. ¡Esa es la palabra! Lo siento, querida. Serás muy perfecta pero no eres mía.

III

  1 “Se está acabando el mundo”, decía mi abuelo con su voz tipluda y la mirada clavada en la nada, como siempre, sentado en su sillón. Mientras, cada quien en lo suyo, hacíamos como que lo escuchábamos. “¡Se está acabando el mundo, les digo!”. Gritaba a ratos y alguno volteaba para sonreírle, dándole la razón para no tener que contestarle. “Se está acabando el…” “¡Cállate, abuelo!”, exploté. “La verdad a nadie le importa. El mundo sí se está acabando pero no lo descubriste tú. Lleva toda la vida caminando hacia su fin y no, no es culpa nuestra. Nosotros estamos aquí sin pedirlo, igual que tú. Intentamos hacer esto un poco más tolerable y tú no dejas de estar chingando con tus fatalidades”. Un silencio sepulcral se apoderó de la sala. Todos voltearon a verme como el loco que era por haberle hablado así al abuelo. “Lo siento”, y subí a mi cuarto. No tenía derecho de hablarle así al viejo. Hijo de su tiempo, hay que entender que no le guste lo nuevo y vea en ello el signo inequívoco