Linea de producción de vida

La linea de producción de vida se puso en marcha el 01 de enero del año 2300. Unos meses antes el último equipo había dado con el método adecuado para controlar la parte de la célula que le tocaba. A partir de ese día la humanidad debía cambiar para siempre y enfilarse hacia un futuro distinto. Ya no importaba Dios, su idea era más obsoleta que nunca antes. No era vanidad, era pura habilidad. El hombre creando vida…

Todo inicia a mediados de los años 50’s del siglo XXII, cuando a un viejo médico británico se le ocurrió algo por demás descabellado: iba a dar con un método para diseñar vida. En principio se le criticó, con justa razón, por ser una empresa demasiado compleja. “Es una idea con un porvenir inagotable”, decían. “Jamás se amasará el conocimiento suficiente para crear vida”. “Sigue siendo ciencia ficción”. Otros pensamientos negativos análogos nutrieron la discusión por un par de años. Fue hasta inicios de los 60s cuando Joseph Gilbert Martins publicó su ensayo de 50 páginas en donde exponía su “Método creador”. El mundo calló ese día.

Unos meses después, tras haber sido rápidamente discutido por las grandes potencias, el Método creador iniciaba su marcha. En principio era simple, pero se sabía que tomaría tiempo llegar a su consecución. Martins propuso dividir a la humanidad en equipos de trabajo, los cuales se verían conformados por los científicos más notables de todos los ramos de las ciencias. A cada equipo de trabajo le correspondería dar con la forma más eficaz para controlar la “conducta” de un aspecto preciso de una célula. Así, un equipo aprendería a controlar, por ejemplo, el comportamiento de una parte de la mitocondria. Otro de una fracción del núcleo. Otro una capa de la membrana. Debían trabajar con toda la precisión posible, y con cuidado de hacer sus métodos compatibles con los de los demás. La idea era que una vez que se tuviera el control total de la célula, podría crearse vida a voluntad, y para tener control de la célula, había que dividir esta en sus partes más mínimas.

Se vio entonces en el mundo una verdadera colaboración humana. Las guerras cesaron por completo y una parte importante del presupuesto de cada país fue a dar al Fondo Internacional para la Creación de Vida. Como había que hacer una cantidad inagotable de procesos para tomar el control celular, se designó la creación de veinte mil equipos de trabajo, cada uno conformado por 15 científicos bien preparados. Estos equipos comenzarían a trabajar el 1 de diciembre del 2163. El mundo entró en una misma sintonía. El objetivo de toda la humanidad era que este Método creador diera los frutos esperados.

Para fines de tener una idea general del avance logrado, se instaló en la casa del doctor Martins un gigantesco tablero en donde se daba cuenta de cada equipo de trabajo. A cada uno le correspondía un foco, cuando un equipo terminara de forma satisfactoria, su foco se encendería. La emoción internacional se hizo sentir cuando el 24 de marzo del 2172 se encendió el primero, correspondiente al Equipo 15213, encargado de una de las funciones del citoplasma. Después de este éxito los focos comenzaban a encenderse poco a poco, con una cierta regularidad en el tiempo. Los avances prometían una espera no demasiado extensa, al menos en los términos de la empresa perseguida. Fue así como haciendo uso de una dedicación heroica, el último equipo, el 06092 terminó por fin con su tarea el 27 de agosto de 2299. Los equipos ya ni siquiera eran los mismos que iniciaron el proyecto, pero la emoción que todos sintieron fue un digno homenaje a los que habían perecido en el camino.

Lo siguiente fue montar la linea de producción de vida, la cual estaba destinada a comenzar su trabajo el último día de ese mismo año, justo a tiempo para dar la bienvenida a un nuevo siglo, el siglo en donde tendría que cambiar todo. Atendiendo al método propuesto por el doctor Martins, se hizo una fábrica de dimensiones históricas en Suiza. Ahí se montó la maquinaria necesaria, producida por los equipos de trabajo, en el orden adecuado para funcionar. Todo el mundo se detuvo aquel año nuevo y las celebraciones se cambiaron por expectativas. En las plazas, todos reunidos, se presenció el discurso dado por un representante del equipo 06092 a las afueras de la fábrica y el resto de la ceremonia protocolar. Finalmente, en punto de la media noche, con los vítores de todo un planeta de fondo, arrancó la primera máquina de la linea. La celebración de esa noche agotó las reservas de alcohol para los siguientes tres meses.

La humanidad entonces regresó a lo de antes. Cada país seguía aportando un poco a la linea de producción de vida, pero era significativamente menos que lo que se aportaba a la investigación. El primer hombre salido de la fábrica fue un hito aquel 20 de septiembre del 2300. Su nombre: LPV-0001. O como pronto lo nombraron los medios: Joseph Martins. Lamentablemente un proceso falló y no pudo vivir más que escasos tres días. La decepción mundial se hizo patente en la disminución de los fondos de la fábrica. El siguiente intento, parcialmente conseguido el 04 de mayo del 2301, fue LPV-0002, o Jörgen. De nuevo disminuyeron los fondos de la fábrica. Se hizo un intento más, y nació LPV-0003 el 21 de noviembre del 2031. Esta vez fue un éxito rotundo, pero ya era demasiado tarde. Habían vuelto los proyectos nacionales, las guerras se hacían presentes de nuevo por los mismos conflictos de siempre, y el hombre dio un paso atrás después de haber concretado el proyecto más grande de su historia. La fábrica era ignorada.

La linea de producción cerró el 02 de marzo del 2032 sin ningún protocolo. Solo pusieron el candado y fue abandonada. Los gobiernos hicieron lo conducente para repartir los fondos que quedaron, y se acordó que iba a olvidarse el tema. En nada le ayudaría a la humanidad haber fracasado tan rotundamente. Al principio el recuerdo estaba muy fresco y aún se hablaba en las calles de lo que habría pasado, pero no tardó mucho en olvidarse a la luz de los nuevos eventos globales. Tras un par de décadas era una especie de rumor. En cuarenta años ya era algo difuso la existencia de la Fábrica. Ni bien habían pasado setenta años cuando hablar del tema se había convertido en un auténtico sinsentido: la fábrica no era más que una leyenda.


¿Y qué hay de mí? A mí nunca se me asignó un nombre. Ni siquiera eso pudieron hacer por mí. Nadie me preguntó si quería venir a este mundo maldito. Me hicieron venir solo para olvidarme. ¡No fui hecho por el mismo dios que los hizo a ustedes! ¡Ustedes son mis dioses, y mírenme ahora! Hago uso de mis últimos esfuerzos para dejar un testimonio de lo que pasó en ese tiempo del que ya ni se guarda registro. Espero que leyendo esto alguien me pueda hacer justicia, no dejando que este esfuerzo titánico de la humanidad caiga en el completo olvido, y tal vez incluso… Dándome un nombre.

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