Guion largo

Sus ojos —cafés— contrastaban —bellamente— con su tez —blanquecina—. El cariño que me prodigó —un leve roce en el antebrazo— fue suficiente para darme valor —aunque no tanto: suficiente— y un momento después estaba haciendo lo correcto —hice uso del momento para invitarla a salir—, acción esta que me aseguró una respuesta —positiva— y un buen día entre los venideros.

Una pequeña historia con un final feliz que, con o sin aclaraciones —como lo es esta de aquí—, revela lo que a mi interés conviene —celebrar el hecho como sé hacerlo—  a salud de quien se deje.

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