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Mostrando entradas de mayo, 2017

Argucias Lawve

Argucias me dices, sofismas: me engañas, al verme a los ojos y decir que me amas. No veo cómo un juez, ni acaso el más lego, pueda dar lugar: pésimo argumento. Mentiras, patrañas, técnica maldita, acusar con tiente: tu mirada bendita. "Sin ti yo no vivo, te amo, te extraño", mientras litigabas con otro abogado.

Apps

No miento, y Dios lo sabe. Me di cuenta cuando instalé esta última aplicación en su teléfono. Ya antes había tenido algunas sospechas, pero pensé que serían apenas felices coincidencias. Patrañas. Esa misma noche corroboré que mis grandes temores eran ciertos. Nuestro magnífico puente se había caído hace ya algunos meses, y ahora apenas una soga era lo que nos unía. Una soga formada por unas pinches aplicaciones de celular. Es sencillo corroborar mi tesis: basta ver un pequeño recuento de nuestro día a día. Por la mañana me despierta de mala gana. Antes me preparaba el café, ahora me va bien si no me encuentro con que mi taza está misteriosamente sucia a pesar de que la lavé apenas la noche anterior. Me preparo algo de desayunar mientras la veo comer, y me siento cuando ella termina. Almuerzo con sopor y me baño con pereza, solo para vestirme en el baño y salir sin despedirme. El día transcurre demasiado tranquilo. Platico con mis compañeros, subo, bajo, voy y vengo. Llama

Cherchez la femme

Hartos de encontrarse solamente en el campo de batalla, y habiendo sido una vez más los únicos supervivientes del más reciente encuentro, decidieron perdonarse la vida una vez más (ya era habitual para los dos soldados), partiendo cada uno para su facción. Pero antes de terminar de marcharse concertaron una cita: el que sobreviviera, debería ir, justo en un año, al café situado en la 47 Rue de Babylone, donde podrían charlar más a gusto. La guerra continuó y seguían hallándose en batallas. La guerra terminó y las batallas cesaron. Los encuentros quedaron atrás. Meses más tarde, el Coutume Café esperaba a dos soldados, quienes llegaron casi al mismo tiempo. Ordenó cada uno un café y comenzaron a charlar. Deportes, juegos, viajes, experiencias, la familia, política (poco),... Reían, golpeaban la mesa. El tercer café no fue café sino cerveza. La tercera cerveza fue whisky. Al borde de la noche dejaron el lugar que cerraba sus puertas y, balanceándose por las calles de París, siguieron

And hence a(nother) dream dies

Se levantó con pesadez del sofá. Caminó hacia la DVD invadido por el aroma a chetos y refresco de lima-limón que llenaba la densa atmósfera de la sala. Sacó el disco con la mirada fija en el televisor puesto en stand-by, preguntándose por qué habría gastado otras dos horas de su vida viendo una película mala. Mala como ella misma, mala como el amor de un día que uno se encuentra en el transporte público (malo porque no es amor). Una película de comedia donde la pareja se odia al principio y luego se va dando cuenta de la idoneidad de su unión para terminar con un beso glorioso y un epílogo cursi. Volteó a ver el reloj como si hiciera alguna diferencia. De niño soñaba con ser director de cine. Pensaba que bastaría con ver suficientes películas y comprar una cámara réflex,  pero pronto se dio cuenta de que no era tan simple: en realidad debía hacer algo. Ni sus miles de horas invertidas en sucio cine independiente o en sobreprotegido cine hollywoodense —ni siquiera las cien horas de

Amor=Alicia

Anoche arrivaba Allende a aquella aciaga alameda. Agachado, anonadado, al averno avellanado. Acostado, acumulaba atrasos, abrazaba ayeres. Apuntó a aquestas ansias azulinas. Advirtió anormales acontecimientos. Amenazó ánimas artificiales. Apenas alcanzó a acariciar a Alicia. Aquella ávida amante alejada. Aquella alma ardiente. Aquella a amores alevina. Anoche arrivó Allende a aquella aciaga alameda. Anoche Allende azotó. Amor arriesgado: ayer apuñalado.

¿Cuántos amores habré inventando viajando en el camión?

Una mirada desconocida es todo lo que se necesita para que vuele la imaginación. Apenas un vistazo y ya nos hizo en una cita. Un movimiento y dibuja el matrimonio. Dios guarde el (no tan) accidental roce porque ensaya una fecha para el primer nene. Poco me pregunto no obstante por el otro lado, la otra parte. ¿Será que acaso ella piensa algo similar? ¿O acaso solo escucha la música vibrante? Sin saber que existo. Sin saber que estoy ahí. ¿Será que su libro es más interesante? ¿O tan solo ocurre que no me ha visto a mí? Como quiera que sea, me bajo del camión y sigo con mi vida. Apenas sí quedará un rastro de ella, pero no su imagen. La imagen se fue en el camión, probablemente distraída en su música o en su libro, o probablemente... ¿También pensando en mí?

Alina y Miranda, Miranda y Alina

El rocío de la mañana y el sol en la cara fueron apenas suficientes para despertar a Alina. Talló sus ojos y se pasó la mano por el cabello, comprobando que estaba enredado. La cama acolchonada y tibia la retenía, aunque una llamada de su madre a desayunar le dio fuerza para salir. Se cambió de ropa y bajó. En la mesa la esperaban sus padres y su hermano pequeño, ya todos comiendo. Se sentó ante los panqueques que su madre había servido. “¿Qué harás hoy?”, preguntó su padre. “Iré con Biri para trabajar en un proyecto que tenemos”. Apuró el jugo de naranja de un trago, agradeció por la comida y se fue a su cuarto. Habiéndose aseado, se dispuso a preparar una pequeña mochila. Guardó su computadora, un par de libretas y su lapicera. Echó un vistazo al cuarto. Paredes rosadas, librero decorado, cama tendida, todo en orden. Se asomó por la ventana y el día soleado le hizo soltar un suspiro. Se fue caminando hasta la casa de Biri, apenas a un par de cuadras de la suya. Al llegar

¿Alcohólico? Ni un copito

Ojos de whisky piel de tequila labios carnosos sabor a fernet. Amor mezcalero corazón pulquero fuertes abrazos licor de café. Si no vino vino tinto si se fue pues escocés. Cuando el gato ron-ronea y el perro sirve otra copa es porque ya estamos ebrios y quitándonos la ropa. "Alchólico", muchos dicen. "Sincero", yo les contesto. No escondo mi amor por esto.

Encontré un papel tirado

Caminando extraviado lo vi tirado en la acera. Con poca gana me agaché, lo levanté. Lo guardé en mi sucia mochila, caminé a casa. En llegando comí un poco, descansé el cuerpo. Recordé el papel y lo saqué. Posado sobre la mesa lo abrí. Fue entonces que lo vi todo. El papel mostraba algo que nunca aspiré yo a ver. El papel mostraba el Absoluto. Me tendí tras un segundo exhausto y sobrecogido, traté de cerrar los ojos para conciliar el sueño. Inútil sería mi intento, no podía dejar de ver el mapa que había mostrado el Absoluto a mis pies. Retomé análisis previo, traté de darle lectura. Fue inútil, yo me di cuenta, por ser un simple mortal. Mi alma aún no estaba lista para sentirlo de golpe para atrapar el momento para cruzar el umbral. Lo hice rollo y lo guardé en un tarro en la alacena esperando ese momento en que pudiera volver con la mente más abierta y los sentidos despiertos, convertido en sabio viejo para poderlo entender. Han pasado tant

A propos de rêves et amours

Ella tomó una almohada y se tapó media cara. Contenía el llanto más allá de sus posibilidades, por lo que gordas gotas resbalaban por sus mejillas. Él adivinó que estaría mordiendo con fuerza su improvisada máscara y deslizó el dorso de la mano por su fleco. Este acto le fue respondido con un leve manotazo y con otro par de lágrimas, esta vez más extensas. Finalmente él se sentó y dio un largo suspiro, correspondido con un sollozo. “Bueno, sí, te engañé”, dijo él viendo hacia el suelo, “pero no como tú piensas”. Un par de minutos después él se recuperaba de la bofetada. Ella lloraba en forma, pero sin perder la postura. “Explícate”, le ordenó súbitamente, ahogándose en un sollozo. Él se frotó la gris barba sin saber por dónde empezar. “En cierto modo puede decirse que sí te engaño, pero no de la forma tradicional”. Ella, consternada, se contuvo un segundo impacto y se limitó a reclinar la cabeza. “Habla rápido. Te lo suplico”. Él se levantó y comenzó a caminar en círculos por