Venti

"Soy fuerte como el que más", dijo Venti al capataz. "Nadie resiste al prodigio, narrado de costa a costa, que representa mi grito. Porque dado a una tarea inhalo algo de aire fresco y con los pulmones llenos exhalo vociferando una palabra con magia que hace de mí otro Sansón.

Curioso por sendo cuento, dudoso dentro en su pecho, el capataz Victoriano echó suerte en una apuesta. "Escúchame bien ahora, pues si te dices prodigio harás lo que yo te digo y moverás esa roca que tapándome el sendero diario mi camino estorba. Si acaso tú lo lograras tu trabajo doy por hecho, para hoy, mañana y pasado: descansarás en tu lecho. Pero si mientes y fallas, sin ninguna dilación, prepararás cuatro vacas y sin recibir tostón concretarás la labor".

Venti se vio vacilante pero al final aceptó. "Estos tres días de descanso son para mi Concepción". Se levantó resoplando y doblando bien sus mangas, hizo frente a la gran roca y las piernas separó, apoyando las dos manos y volteando para el cielo, acto seguido exclamó: "¡Échale!" Sin aparentar esfuerzo movió la colosal roca, ante el muy sincero asombro del capataz que miraba desde la sombra segura que cierto abrigo le daba.

"¡Hombre, Venti, a mucha honra! Que me ha dejado asombrado, pues ha probado su fuerza y se ha ganado el descanso. Vaya corriendo ahora mismo, ya no me la haga esperar, tremenda la sorpresota que a Concepción le va a dar". Presuroso y animado se fue Venti a su camino, pensando en todas las cosas que él y Concepción harían. "Rodeo, fiesta, carnaval, y muchilla algarabía".

Mas cuál sería su sorpresa cuando llegando a su casa retozando vio en la cama a la antes ya mencionada. Salió Venti hasta la calle, entre gritos y ansiedades, y detrás de él un sujeto que intentaba disculparse. Luego en viéndose a los ojos se alzó fiero un grueso puño que se plantó frente al rostro de quien se vio traicionado. Luego un grito que hizo eco: "¡Échale!" Llegó el fin de un gran prodigio.

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