Sobrestimé mis fuerzas

Pensé que el amor lo podría todo y que me daría suficiente poder para hacer lo que quisiera.

La conocí en la biblioteca el último día de clases. Me encantó su acento y me cautivó su garbo. Me sacaba una cabeza y pronunciaba mal las erres. El destino quiso que me aceptara un café, luego que se lo derramara en el pantalón y también que la acompañara hasta su departamento para finalmente darnos un beso en el umbral de la puerta. Las siguientes dos semanas fueron cariño y tristeza. Después tuvo que tomar su avión para volver a su escuela y con su familia, dejándome a mí abatido y con la esperanza de poder seguirla. Tristemente no fue así, pero igual decidimos intentarlo. "Amog de lejos es de valientes" me dijo antes de abordar y en dándome un último beso de los que dan en su tierra.

Fue un semestre complicado en que hubo mucho diálogo a la distancia. Problemas sí hubo, pero nunca faltó el entendimiento y el enamoramiento sobrevino. Finalmente y después de mucho papeleo, logré conseguir el deseado intercambio. Esa noche nos quedamos celebrando hasta muy tarde, iluminados solamente por nuestras respectivas pantallas.

Llegado el día preparé maletas y papeles. Todo estaba planeado al mínimo detalle y mi único temor era que el amor fuera ficticio. Traté de no pensar en ello viendo las películas del avión, pero la idea no dejaba de rebotar en mi cabeza. Después de unas horas aterrizó el avión y mi corazón dio un vuelco, no supe si de emoción o por pavor.

Los papeles en orden, recogí las maletas y comenzó la travesía hacia la sala de recepción, lugar en donde ella, según sus últimos mensajes, me estaría esperando. La respiración agitada, el corazón a tope, me dio náusea y de pronto... Ahí estaba ella. Tan bella como siempre y tan radiante como nunca. Bastó verla a un par de metros para entender que el amor realmente no había muerto. Una carrera frenética hacia mis brazos me hizo saber que ella opinaba lo mismo.

Sobrestimé mis fuerzas... Sentirla en mis brazos pudo conmigo y cometí un grave error. Me incliné con la intención de alzarla. Luego el golpe seco y las parpadeantes luces rojas y azules. El amor murió ahí mismo.

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