Tratado exhaustivo sobre lo que puede hacerse con una hoja
No pretendo ser quien termine con el tema, pero al menos me
gustaría granjearme el título de ser de los primeros en hacerlo. Procedo pues a
ejecutar la tarea de una manera que considere adecuada, procurando alejarme en
la medida de lo posible de la pretensión inherente a mi propósito, indicado en
el título. Vislumbremos ahora, de una buena vez, de qué buscaré llenar la hoja
propuesta: lo que hay dentro.
Si dentro de qué es la pregunta, dentro de todo es la respuesta.
Creo que es un propósito noble y alcanzable hasta cierto punto en el espacio
que comprende una hoja con letra de doce puntos e interlineado sencillo. Así,
al ritmo de “Mr. Sandman” de The Chordettes, en un agradable bucle infinito, asumo
mi respuesta: dentro de todo hay amor. ¿Trillado? Muy probablemente. Pero esto
se puede salvar, me imagino, si consigo justificarlo.
El amor, cabe pensarlo ahora, como la fuerza que une al mundo. No
como el amor de pareja o el amor hacia otro o hacia uno mismo. El amor por el
todo que solo puede existir dentro de las partes que lo conforman, o sea,
dentro de todo. Solo nosotros que estamos dentro del todo podemos amarlo y
darle así la cohesión que necesita para seguir siendo tal. Si uno solo dejara
de amar al todo, el todo se fragmentaría y estaríamos en un grave problema.
Sano sería aclarar cómo amar al todo para no caer en eventualidades
innecesarias.
Al todo lo ama la paloma que recoge las migajas de pan que le
avienta un viejo que ve su vida agotarse. Al todo lo ama el abuelo que comparte
la mitad de su pan al niño que no cuida su madre por estar discutiendo con el
heladero. Al todo lo ama el niño que comparte la mitad de su nuevo pan con la
niña que sin estar desatendida lo ve con anhelo, no pudiendo participar por no
traer ella su propio pan. Al todo lo ama el padre de la niña que platica con el
viejo sobre su vida y cómo fue que pudo terminar tan solo habiendo sido tan
bueno. Al todo lo ama de nuevo el viejo cuando toma a la paloma y la lleva a su
casa para curarla, una vez que se percata de que está herida. Al todo lo ama la
paloma de nuevo cuando se convierte en compañera inseparable del viejo, dando
sentido a lo que le queda de vida.
Ejemplos hay por montones, pero no todos deben ser tan buenos. Al todo
también lo ama el niño que hace un berrinche porque no le compraron un juguete
a pesar de que sabe que su madre ya trabaja turnos extras para poder comer. Al
todo lo ama el empleado que llama a seguridad para que saque a la madre con el
niño por hacer escándalo. Al todo lo ama el oficial que multa a la madre. Al
todo lo ama de vuelta el niño cuando se escapa de casa por no haberse salido de
su casa. Al todo lo ama la madre al tomar más dosis de la prescrita por su
psiquiatra. Al todo lo vuelve a amar el niño mientras juega con los otros niños
cuyas madres amaron al todo de manera similar.
Amar al todo es existir, y hacer lo que se puede hacer dentro del
mismo. El problema es cuando dejamos de hacer lo que está dentro del todo.
Entonces el todo se desarma. ¿Vale la pena preocuparnos? Probablemente no, pues
amamos tanto al todo que no dejamos de actuar dentro de sus posibilidades. Por
precaución, no obstante, bien vale la pena seguir haciendo lo posible
solamente, sin intentar sobrepasarnos con experimentos extraños, como dar de
beber refresco al anciano del cuadro, o recoger palomas que no nos pertenecen,
o dar medicamentos sin receta… O usar una hoja para hacer algo que tal vez
valga o no la pena.
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