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Mostrando entradas de agosto, 2014

Incipiente

Cuando me levanté esta mañana, con el mismo sopor rutinario de cada día, una fuerza desconocida me empujó a no ponerme la camisa, ni los pantalones. Este día la ropa interior, esa que nos protege sin que nadie más lo sepa, sería mi armadura del día, la que me iba a proteger de la vida. Me preparé el café y lo bebí de un sorbo. A pesar de quemarme un pezón, no tuve que preocuparme por cambiar mi camisa, y con ello todo el traje. Al tomar mi cartera no supe dónde ponerla, así que la regresé a su lugar y salí de casa sin dinero ni identificación. Ni mi condón. El sol matutino me recibió un poco mejor de lo acostumbrado, acariciando con sus tibios brazos de luz mi desnuda superficie. Mis brazos, mis piernas, mi espalda. Sintiendo el calor del gran astro de una forma diferente, sin pudor ni miramientos. Caminando, podía sentir el polvo de la banqueta a mis pies; el suave y húmedo tacto del pasto, y la curda realidad de una caca de perro. Las miradas, acusativas y muy cabronas, ca