Ochocientos (centavos)
¿Qué se puede hacer con ocho
pesos? Poco. Bueno, tampoco poco. Pero definitivamente no tanto. O al menos eso
pensé cuando me llevé la mano a la bolsa y sentí tres míseras monedas. Una de a
cinco, una de a dos, y la otra.
En otros tiempos (los buenos
tiempos) tal vez me hubiera vuelto loco comprando una cantidad enfermiza de
chicles, pero ahora comprar dieciséis de estos cuesta el doble que antes. Un
refresco hubiera sido también una opción, pero hoy me quedo dos pesos corto.
Dulces. Dulces sí ajustaba, pero no me apetecía mucho. Hacía calor y lo último
que quería era quedar todo plegostioso. Caminar fue entonces la primera opción.
Con ocho pesos en la bolsa sí que
puedo caminar. Y con mucha soltura, hay que saberlo. El centro estaba lleno de
gente que pasaba y me presumía inconscientemente sus más de ocho pesos. No me
importaba demasiado, pero me hacía cuestionarme mi fortuna: otros dos y sería
rico. Ya con diez las cosas cambian, y ajusto al menos alguna cosa importante,
como unas galletas de mantequilla. Seguí caminando.
Pasé por los helados y la saliva
fluyó como siempre lo hace en los días calurosos en que se me aparece la
vainilla. Me acerqué y el letrero horrible me detuvo en seco. Esos malditos dos
pesos… Pero en verdad quería un helado. Un helado decente, porque ajustaba un
Narval (ni tan mal, aunque si podía ir por lo bueno, lo intentaría).
Me acerqué a la joven
dependienta. “¿Lo menos, lo menos?” “Diez pesos, joven”. “¿No me vende uno de a
ocho?” “Lo siento, el jefe me regaña”. “¿Qué puedo hacer con ocho pesos?” Para
mi buena fortuna soltó una pequeña risa. Supe que era la ocasión e hice una
oferta salvaje. De buena gana aceptó y me fui contento.
¿Qué se puede hacer con ocho
pesos? Constante pregunta que antes se contestaba fácilmente, pero hoy no
tanto. Con ocho pesos te quedas corto para muchas cosas. Pero no para todo… Con
ocho pesos puedes caminar entre la multitud y poner atención a los rostros que
pasan. Con ocho pesos puedes evitarte el hastío de cargar la bolsita vacía de
las galletas de mantequilla. Con ocho pesos puedes poner en práctica tus
capacidades de negociación. Y lo mejor de todo, con ocho pesos puedes comprar
un pequeño papel con un número de teléfono.
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