Jogging

 Lo que queda de Plinio se eleva al cielo sin mayores ceremonias. Ahí va a ser libre para correr sin ningún lastre.

Se miran fijamente. Habían esperado por esto toda la vida y aun así no se sentían listos. 

Se toman de las manos mientras los últimos fragmentos de hueso se alejan del alma desnuda.

El esqueleto, aún en pie, está frente a ella, que no se anima a tocarlo, no por morbo sino por el duelo.

La masa de músculos intenta seguir corriendo pero ella lo detiene con una súplica total. Cae la carne y Laura da un paso atrás.

Jirones de piel salen volando al tiempo que Laura lo alcanza.

Su ropa, ligera hacía un momento, cae pesada sobre la tierra.

Ya no puede más. Sentir el peso de su existencia lo está matando, como nunca antes lo había hecho.

Corre más rápido intentando huir de los pensamientos.

Pero los pensamientos persisten.

Sacude la cabeza para centrarse en la música.

Comienzan las angustias.

Se cuestiona porqué se dejó convencer. Laura sabe bien que existe un riesgo, que si él ya no corre no es porque no quiera hacerlo. No quiere dejarla a ella.

Avanza unos cuantos metros, respirando con el ritmo que acostumbra cuando está nervioso.

Plinio da el primer paso.

Aquí comienza la historia.

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