Dos y dos
Dos cuerpos en el piso llorando amargamente. Sollozos que se escuchan hasta la habitación superior. Dos que bajan para averiguar qué ocurre y que se topan con la escena.
“¿Qué pasa?”, pregunta uno.
“¿Por qué lloran?”, completa el otro.
“¿Papá?”
“¿Mamá?”
Pero no tiene caso porque el llanto continúa y no pueden
detenerlo. Se miran uno al otro mientras los cuerpos yacen frente a ellos, casi
inertes, con apenas el movimiento de los espasmos.
Un libro. Se acerca uno y lee la portada.
“Porqué no eres feliz de Steven Von-Allister. ¿Qué no es el
libro que estaba leyendo mamá?”
El otro alza los hombros sin poder alejar la mirada de los
cuerpos.
“Escucha esto… «Capítulo siete, la adultez. Si hasta ahora nada
le ha funcionado, probablemente usted es infeliz simplemente por ser adulto. No
hay solución en este es el caso, pero un estudio reciente sugiere que llorar
como un niño por el tiempo suficiente puede regresarlo a un estado anterior
donde su condición actual no le afecte tanto…»”
“¡Papá! ¡Mamá! ¡Reaccionen!”
Las mismas lágrimas y lágrimas nuevas.
“¡Papá! ¡Ma-!”
“¡Cállate!”
Una mirada seria.
“Hay que llevarlos al cuarto”.
Los dos cuerpos siguen llorando mientras son arrastrados.
“Tápalos, yo iré a preparar algo de cenar. Asegúrate de que no
se caigan, y cuando termines habla a sus trabajos para avisar que están
indispuestos. Te espero abajo dentro de quince minutos. No se te olvide lavarte
las manos”.
Uno baja. El otro hace lo que se le ordena. Los dos cuerpos
sollozan bajo la cobija.
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