Apostasía

 Pensé en apostatar por segunda vez en la vida y recordé el proceso. Lo revisé hace poco más de un año por curiosidad mientras leía sobre derecho canónico. Carta al obispo, charla, insistencia, ¿listo?. No solo eso. Dudas. Familia. Sociedad. ¿Es necesario? Miedo. Me dio miedo. Me da. Miedo.

A veces me pregunto qué tan verdaderamente liberal soy. Me siento bastante progresista y libre de ataduras, híper deconstruido y listo para seguir. Transhumano. "No quiero ser un número en un culto que ya no solo no comparto sino que combato". ¿De veras? Porque en esta hora que lo pienso en serio me topo con un miedo curioso que no sabía que ahí estaba. El miedo a cierta nada. A quedar fuera de una hipotética y (creo) poco probable misericordia divina. A morir y haberme equivocado. Finalmente no milito, pero sí estoy bautizado. Si apostato, ¿Dios me perdonaría? Si no, tal vez sí. ¿Pero si sí? 

Es más cómodo quedarse en el lado seguro que moverse a la incertidumbre. Efectivamente, el cambio es análogo a la muerte.

Al fin y al cabo me da flojera hacer el proceso y no me molesta en gran medida (i.e. ¿tibieza?) Estoy bautizado pero qué más da (tibieza, sí). Apostatar ya es un acto político, no de fe. Y parece que aún me falta algo para dar el paso. Lo mismo y no es mi paso. Lo mismo y, aunque me duela, seguiré atado al "hijo de mi época".

Comentarios