Abuso de confianza


“¡Domínguez! Venga para acá”.

Se acercó aflojándose el nudo de la corbata.

“¿Por quién me tomas?”

“¿Perdón?”

“¡Que por quién me tomas, pendejo!”

“Eres el jefe”, con voz temblorosa.

“¿¡Quién soy!?”

Afirmó el tono. “El jefe”.

“¿Y al jefe…?”

“Al jefe se le respeta”.

“Ah… Parece que sí entiendes, ¿verdad?”

Hizo un ligero movimiento de cabeza. Los ojos fijos en la figura amenazante y la mente en la pistola sobre la mesa.

“¡Entonces por qué tu hermano me está diciendo que me quieres chingar, cabrón!”

La mirada gacha.

“Escúchame bien, hijo de la gran chingada… Me chingas un centavo, ¡un puto centavo!, y te juro que de ti no queda ni tu recuerdo. ¿Está entendido?”

Sintiéndose invadido por los recuerdos y la impotencia, lloró. “Sí”.

“Así me gusta… Así me gusta. ¿Quién es el jefe?”

“Tú, papá”, limpiándose la nariz con la parte trasera de la corbata.

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