Un mal día

Ganar tan seguido también cansa, y eso es lo que muchos no terminan de entender. Con más frecuencia de lo que te puedes imaginar se asume que porque todo me sale siempre bien debo ser una especie de ser incapaz de sentirse insatisfecho. No me malinterpretes. Es agradable que todo te salga como quieres, pero al final del día sigo siendo un ser humano y me gustaría experimentar algo más… Me gustaría que las cosas me salieran todas mal para variar. Sería genial que por un día no encontrara dinero en la calle, o que no me pidiera mi número otra de tantas dependientas hermosas de la ciudad, o que tal vez no me dieran un aumento… Quisiera pisar caca de perro, que me bateara una muchacha, o incluso que me despidieran. Regularmente anhelo este tipo de situaciones, pero por alguna razón no soy de esos. Es por ello que cuando me enteré de los servicios de “Un mal día“ no lo pensé dos veces y llamé.

En la linea me atendió una señorita bastante amable quien con premura me comentó de los paquetes que manejaban. Como en principio solo quería experimentar un poco de las desventuras cotidianas, cuando escuche el paquete “El día más miserable” no pude hacer otra cosa que cantarle el número de mi tarjeta de crédito. “Gracias por preferir nuestros servicios, señor González, en estos días le asignaremos un agente que se encargará de darle una vida de porquería”, me dijo con una sonrisa telefónica incómodamente notoria antes de colgar y dejarme solo con mi pensamiento. ¿La habré cagado? En todo caso desde ya cumplí mi cometido. ¿Y si fue una excelente decisión? Hasta para lograr que las cosas me salieran mal tenía un éxito apabullante. Dejé de molestarme y me largué a seguir mi día. Esa misma tarde encontré tirado un boleto de lotería: no lo recogí. Seguí mi camino y al llegar de vuelta a casa vi en las noticias que un hombre que recogió el boleto ganador de la lotería en la calle había sido brutalmente asesinado incluso antes de reclamar el premio. Me salvé… “Disfrútalo, porque son tus últimas buenas rachas”, dijo una voz interior.

Pasaron unos días y todo seguía igual de bien. Las cosas me salían, no podía encontrar problemas aunque estaba bien sumido en un mundo donde a todos les iba mal en alguna medida. A mi amigo se le murió un tío, al vecino le robaron el auto, una señora en el autobús tiró su celular por la ventana, y yo lograba proporcionar información sobre el paradero de un famoso delincuente, cobrando así la recompensa de millón y medio. Llamé molesto a la agencia y me atendió la misma señorita con la sonrisa notoria. La llamada transcurrió más o menos de la siguiente manera:

“Buenas noches, señorita. Habla el señor González”.

“¡Señor González! Qué gusto que nos contacte. Queríamos hablar de una situación con usted. Sucede que le hemos asignado ya a tres agentes distintos y ninguno ha logrado su cometido”.

“¿Cómo es eso posible?”

“Aún no lo sabemos, señor González. Es usted un cliente difícil, si me permite decírselo. Aparentemente las trampas que le han puesto los agentes no han sido suficientes, y nos vemos en una situación delicada en que no podemos proceder sin cometer un delito. Lamentablemente, las políticas de la empresa nos lo prohíben, por lo que nos veremos obligados a reembolsarle su inversión y disculparnos por no haber sido capaces de cumplir íntegramente con el servicio”.

Colgué la llamada. Me quedé con el teléfono en la mano y la cara de pendejo. No habían podido hacer lo que prometieron. ¿Puedes creerlo? ¡Los muy ineptos no cumplieron con su palabra! Al menos me van a reembolsar…

Fue entonces que se le ocurrió a González que en realidad no le había salido esta vez. Lo había decepcionado esa compañía y eso lo molestaba ampliamente, pero en esta ocasión no porque no hubiera logrado lo que quería, sino todo lo contrario. Se estaba quejando de que no había conseguido algo. Con estos pensamientos paradójicos en mente revisó el saldo de su cuenta y, efectivamente, no le habían reembolsado un carajo.


Efectivamente “Un mal día” es una compañía que gusta de ver a sus clientes molestos, y nada nos detendrá para lograr nuestro cometido. Ni siquiera el ganador perfecto de un mundo ficticio puede detenernos, pues nuestro servicio va más allá de cualquier realidad. Si te sientes demasiado afortunado no lo dudes un instante y llámanos al 391-7350 donde uno de nuestros ejecutivos te atenderá y se asegurará de asignarte al agente más apto para cumplir tu sueño de darte un día de mierda. ¡Nosotros te bajamos de tu nube!

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