Go ahead and feel it, fella

Desflema las cebollas. ¿Qué putas es eso? Yo les quito el papelito y espero no cagarla tanto. Desvena el chile. ¡Chupas! Pues yo lo veo lleno de semillas, se las saco y ya fue. Mise en place. La tuya, hijo de la chingada. Pico un ajo que me quedaba a un lado. Carameliza la carne. Qué asco, güey. Le echo poquita azúcar sin acabar de creérmela. Albarda el pollo. ¿Estás pendejo? Acaban de limpiar la pared, a lo mucho le saco un poquito de polvo y se lo tiro encima. Pon el chocolate a baño maría. Ay, chiquita, cómo estará la tal maría. Aviento el chocolate en leche, que así se bañaba la reina. Mecha el cuete. Me lo echas tú, culero. Estoy harto… Monta. ¡A tu puta madre! Me le dejo ir a golpes.

En la comisaría trato de explicar la situación pero pareciese que hablo en otro puñetero idioma. Es que estos cabrones no entienden que yo no entiendo nada. Y aun si entendiera que no entender las instrucciones de este pendejo no son motivo suficiente para chingármelo, no entendería porqué fue tan cabrón conmigo si yo le dije que nunca antes había cocinado. ¿Por qué no ponerme de lavalozas y listo? Si es lo que yo pedí… Todos son unos pendejos.

Mientras Alberto Gonzalez se debate en este diálogo interno, en el restaurante, Alberto Gonsales lava los platos con una lágrima en los ojos.

Injusta vida y miserable existencia… Entiendo que hay que escalar posiciones, pero con mi trayectoria no esperaba tener que lavar trastes. Qué cabrón el chef, qué bueno que le rompieron su madre.


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