Cámara
Le azotó las nalgas con la palma
bien abierta y el grito sonoro del director resonó por todo el lugar. “Necesito
que seas duro, ¡pero no chingues!” La chica se sobaba con un gesto de dolor
mientras el actor seguía siendo reprimido. Yo aproveché la oportunidad para
reposar un poco.
Es cansado trabajar en la
industria de la pornografía, pero tampoco me gusta quejarme pues no me va mal.
Me tienen grabando medio día solamente, y descanso en horas decentes. No me
tratan mal, y al contrario son bastante considerados todos conmigo. En las
contadas ocasiones en que se ha trabajado hasta muy tarde alguien ha pensado en
mí y me ha tendido una mantita. Lo cansado, al menos para mí, es ver siempre al
sexo de cerquita.
En lo que a mí concierne, el amor
entre un hombre y una mujer bien podrían reservarse para lo íntimo, y no veo
necesario exhibirlo tan de cerca. Hay un mercado, no obstante, que disfruta
esto, y realmente no los juzgo. Tal vez yo también consumiría si no estuviera
en mi situación. En ocasiones hay tomas que son incómodas para mí (el olor,
dios mío), y tal vez sea eso lo que me sesga.
Como dije, no me queda quejarme,
pues no me va mal. Pero hay ocasiones en que extraño los grandes sets de
Hollywood y los actores bien vestidos. Ahí me explotaban, pero al menos podía
ver de cerca a gente interesante que tenía más que ofrecer que simplemente una
buena cogida. Ahí se trabaja a deshoras por lo menos dos veces a la semana.
Cuando me tocaba descansar, nadie se acordaba de mí si no era para detenerles
algo. Era complicado, pero también algo gratificante. Cada cosa a su manera,
supongo.
Ahora terminamos de grabar a este
salvaje. Ya rectificó la nalgada por lo menos. Una auténtica torre de
testosterona que apenas sí articula y que tuvo que ser multado por el director
cuando lesionó a la tercera actriz. Finalmente sale la toma y él se la monta
como debe hacerlo. “Terminamos, gente”, dice el director aliviado mientras
agradece a todos su presencia. El set se recoge y todos se van a su casa. A mí
me apagan y me guardan en mi maletín junto a algunas lentes que me quedan,
lista para grabar la próxima semana a una pareja de chicas asiáticas que no
hablan español. ¿Qué puedo decir? La industria de la pornografía es un lugar
más o menos cómodo para una cámara de segunda mano.
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