El regalo

Tras mucho pensarlo, caí en la cuenta de que un monito haciendo sus necesidades no sería el mejor regalo. Ni la estampa con la sonante grosería. Probablemente ni siquiera era buena idea comprarte el ajedrez con temática divertida—no sé si te guste el ajedrez—.Tampoco te conocía muy bien. Todo lo contrario, diría yo, pues recién te estoy conociendo.

Me topé contigo en ese momento en que tus ojos se posaron sobre mi obra. La viste con curiosidad y no supiste bien cómo reaccionar a ella. ¡No entendías bien de qué trataba! Tu ceño fruncido me indicó que al menos te estabas esforzando por entenderla… Ya le interesó, pensé hacia mis adentros. Para mí eso bastó para que fueras de mi agrado. No sabes cuánto se ignora mi trabajo.

Luego pasó un poco el tiempo y te acostumbraste a lo mío. Tal vez incluso sospechabas mis intenciones, y eso te hacía de mi interés (aunque debo admitir que si no lo tenías claro todavía me causarías algo más de simpatía). Te enteraste de lo que yo quería y sonreíste con picardía. Ya me habías descubierto.

Desde entonces nuestra relación solo ha mejorado a cada momento. Te caigo bien, creo, y eso me basta para tomarte buen aprecio. Ahora somos cómplices en esto y me incliné a obsequiarte algo, pero no sabía qué. No quisiera acostumbrarte a lo lujoso, así que como descarté el monito, la estampa y el ajedrez, descarté también un anillo, un teléfono y una chaqueta. No te voy a mentir, lo tuve que seguir pensando. Lo pensé y lo rumié, como quien busca una excusa. Finalmente di con la respuesta.

Para el tiempo que llevamos de conocernos, pensé, será mejor que te regale algo más bien personal. Algo que nos acerque un poco más y nos haga entrar en sintonía. Es por eso que he decidido regalarte un cuento. Un cuento que no parece cuento, sino más bien reflexión. Pero poco me importa, pues el título que se le dé es lo de menos. Lo importante es que ahora tú y yo somos parte de esto, y mi cariño se ve plasmado en el esfuerzo que he dedicado en hacerte un humilde regalo creativo.