Gómez Sinpantalones

Ser exhibicionista no es cosa fácil, o al menos no cuando uno busca dedicarse a ello. La técnica correcta debe ser aprendida y dominada y el momento justo ha de ser intuido con justa experiencia. Es por esto que a Gómez le tomó un buen rato llegar a ser maestro de su arte.

Comenzó su trayectoria desde niño, el día en que viendo aquel partido de fútbol notó como un hombre saltaba desnudo a la cancha, ofuscando a propios y extraños y paralizando toda acción por un tiempo considerable. Su padre reía, su madre lucía indignada, los comentaristas criticaban a la seguridad del estadio. El pequeño Gómez pensaba. Al día siguiente una llamada de la directora y la justa puteada por haber sido suspendido. "No entiendo qué le ocurrió", decía la madre a su amiga, "seguro fue por ese cochino partido. Con lo que detesto que Martín los vea con el niño ahí..."

Llegó el vello y las chicas comenzaron a existir. Los años no pasaron en vano y ahora lograba zafarse los pantalones en dos tiempos, haciendo gala de un pequeño saltito que desbordaba técnica. Aunque seguía echando en falta la justa experiencia. "Ya no me lo van a aceptar en otro colegio", sollozaba la madre. "Ya no sé qué hacer... Yo no lo crié para que hiciera eso". Gómez no se preocupaba pues siempre podría trabajar de cualquier cosa. De momento, solo le importaba aprender a identificar el momento adecuado para hacer de las suyas.

Alcanzó su máxima estatura y se fue la voz de chico. Su novia lo entendía y no lo criticaba. Estaba con él porque en el fondo era un buen tipo y no le importaba lo demás. Su madre habíase divorciado y se marchó al sur. Su padre seguía viendo los partidos sin importarle con quién estaba. Gómez ya había aprendido a detectar el momento: silencio, desatención general, una ligera distracción y era hora. Saltó a su primer estadio en su cumpleaños diecinueve, haciéndose de algo de fama.

Ahora Gómez es un hombre. Pudo dejar su empleo mal pagado cuando empezaron a darle dinero por exhibirse en los eventos más votados por el público. Su esposa tiene su carrera y a él le deja tener la suya. No tiene problemas en ese aspecto. Vive feliz y tranquilo. Persiguió su sueño y lo alcanzó. Hizo de algo vulgar un arte y no puede quejarse. Su hijo, por su parte, no se quita el suéter durante el día. "Cada quién", supone Gómez.

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